Literatura porno, ¿sólo para mujeres?

Cuando hablamos de pornografía, todos tenemos claro que es un producto de hombres hecho para hombres. Eso significa, fieles a la imagen simple de los machos de cualquier especie animal (como es la humana, no lo olvidemos), que son seres que siguen más sus instintos básicos que sus elucubraciones mentales; hablando en plata, que les mola más usar su órgano sexual que su mente, y que no se quiebran la cabeza a la hora de elegir entre el sexo y cualquier otra sensación que no vaya tan directa a su placer. Un hombre siempre es un hombre, dicen por ahí.

Así que, cuando hablamos de porno para mujeres, siguiendo el anterior razonamiento, estamos claramente ante una contradicción; y de hecho, habrá mucha gente que piensa que eso no existe. Sin embargo, los tiempos cambian, las sociedades evolucionan, y está claro que la parte femenina de la humanidad lo ha hecho a pasos agigantados. Y no es que antes no hubiera existido interés entre las féminas por lo erótico y lo sexual, aunque todos sabemos que ciertos tabúes y convencionalismos los hacían estar bastante reprimidos; es sólo que ahora estas mujeres buscan otras cosas en sus relaciones sexuales que sus antecesoras, cosas que quizá no estén muy lejos de lo que en realidad buscan los hombres.

Claro, esto es en la práctica, aunque no en la esencia. Para un hombre, la excitación es algo que se consigue de forma muy explícita, sin complicaciones, y que se demuestra con una erección, otra cosa visible y palpable. Con poco más que unas chicas tetonas como las que se podían ver en las revistas XXX que eran tan famosas hace unas décadas, se podía conseguir ese efecto. Claro, la cosa fue mejor con internet, el porno online mostraba jovencitas no solo desnudas, sino además exhibicionistas, porque no les importaba practicar cualquier tipo de sexo delante de la cámara; y eso acabó yéndose por las ramas con las webcam porno, e incluso el porno amateur. Luego todo esto ya no fue cosa sólo de chicas jóvenes, también se subieron al carro las maduras, aunque durante mucho tiempo universitarias, porno chachas, canguros y hermanas cachondas se llevaban la palma a las más vistas en las webs para adultos. Aunque que nadie lo olvide: las tetas grandes siempre se llevarán la palma si hablamos de varones.

Para una mujer, la excitación es otra cosa, se trata mucho más de las sensaciones y del erotismo, y una mente despierta y algo calenturienta es suficiente para ello. Por eso, la literatura romántica y erótica se pensaba perfecta para ellas, y la cosa trasciende mucho más allá de convertir esto en un tópico. Realmente, parecía que la mente de los hombres no era tan sensible a estos estímulos, como demostraba su poca aceptación del género literario; así que, no sólo por efectos sociales, sino también prácticos, las novelas eróticas eran un producto de mujeres, lo mismo que la pornografía lo era de hombres.

Pero con el tiempo, el público femenino ha pedido también cosas concretas, aunque sin olvidar todas sus habilidades para conseguirlas con las abstracción de las letras. En fin, que querían lo mismo que los hombres, pero por los cauces que ellas tan bien conocían. Así, ahora existe la literatura porno, que traspasa la erótica, puesto que algunas mujeres quieren descripciones explícitas, para no tener que usar tantos sus cerebros. ¿Es que las féminas han dado un paso atrás, y se han vuelto más simples? Para nada, sólo están haciendo realidad ese imposible que es el porno para mujeres. Ellas quieren también en ocasiones excitarse rápidamente, y quizá tener orgasmos mientras leen o ven manifestaciones de esa pornografía exclusiva para su consumo; y sin embargo, no dejan de desear también conseguirla también por los cauces clásicos.

Literatura erótica, qué y para quién

Una de las categorías literarias que parecen sufrir más las críticas del mercado, considerándola como un género menor, es sin duda la literatura romántica y, dentro de ella, la erótica. Estimada por muchos como pornografía barata, pero que ni cumple el objetivo del porno visual ni con resultados tan rápidos, estas obras han quedado relegadas a un mercado reducido, y que se considera casi en su totalidad hecha por y para mujeres, como si en realidad esto fuera algo malo o garantizara una mala calidad del producto.

Los libros porno, como pueden ser llamados coloquialmente, no son algo exclusivo del último siglo ni mucho menos. Como algo relacionado con el sexo y el erotismo, que forma parte de la misma forma de ser del hombre, siempre ha habido manifestaciones artísticas dedicadas a ello, y desde el inicio de la escritura, estas manifestaciones fueron lógicamente literarias. En Egipto, Grecia, Roma, y otras antiguas civilizaciones de Oriente, como China, Persia y Mesopotamia, ya hay muestras de escritos de carácter inequívocamente erótico, algo que en aquellos entonces no se consideraba ni escandaloso ni censurable (un claro ejemplo de que, en algunas cosas, la Antigüedad era mucho más liberal que la actualidad).

En la actualidad, la literatura erótica es exclusiva de un público que, en su gran mayoría, como en un 99 por ciento, esta formado por mujeres. También, sus autoras son mayormente mujeres, haciendo que uno pueda preguntarse si los hombres no tienen imaginación para recrear en su mente escenas de sexo, o simplemente no son capaces de plasmarlas con palabras. Y es por eso que, a causa del machismo todavía imperante en la sociedad actual, este tipo de lectura no se considera de gran calidad, pero no hay más que echarle un buen vistazo a una de estas escenas eróticas para darse cuenta de que, con un poco de trabajo mental, podemos recrear claramente una escena sexual mucho más vívida que las del porno casero, con la ventaja de que en esta ocasión cada uno puede ponerle un poco de su propia cosecha imaginativa a la acción.

¿Y es tan efectiva la literatura erótica como una película porno? Pues no sólo depende de quién la escribe, o más bien de su habilidad para escribirla, sino también de quién la lee. Y como con la pornografía convencional, es decir, aquellos videos, pelis o revistas de corte X en que las maduras tetonas son las reinas del cotarro, no siempre funciona lo mismo con todo el mundo, pues lógicamente cada cual tiene sus propios gustos en este terreno. Es curioso porque, en este tipo de lecturas, atribuidas tradicionalmente a mujeres, no sólo es el protagonista masculino el que resulta atractivo, sino que también las protagonistas suelen ser bellezas más o menos convencionales; lo que quiere decir que no sólo basta con hombres sexys para que triunfe una historia y nos dé la dosis de pornografía precisa, sino que es necesario que todo lo que rodea a la narración sea atrayente de alguna manera, con el objetivo de crear una buena atmósfera sensual.

¿Y que sólo puede ser entendida por la mente femenina? Pues es algo difícil de comprobar, pues ningún hombre admite claramente que lea este tipo de libros, al igual que pocos admiten que ven las típicas telenovelas; sin embargo, es algo que pasa, y que tiene más o menos éxito, aunque analizar el por qué pueden gustar más al público femenino que al masculino ya sería otro cantar, quizá más enfocado a psicología o algo así, mezclado con algo de cultura ancestral. Pero en pleno siglo XXI, quizá todos deberíamos ser más flexibles y considerar toda la cultura por igual; normalizar todas sus manifestaciones sin imponerles clases, géneros ni categorías, y disfrutarlas con una mente totalmente abierta.