Literatura erótica, qué y para quién

Una de las categorías literarias que parecen sufrir más las críticas del mercado, considerándola como un género menor, es sin duda la literatura romántica y, dentro de ella, la erótica. Estimada por muchos como pornografía barata, pero que ni cumple el objetivo del porno visual ni con resultados tan rápidos, estas obras han quedado relegadas a un mercado reducido, y que se considera casi en su totalidad hecha por y para mujeres, como si en realidad esto fuera algo malo o garantizara una mala calidad del producto.

Los libros porno, como pueden ser llamados coloquialmente, no son algo exclusivo del último siglo ni mucho menos. Como algo relacionado con el sexo y el erotismo, que forma parte de la misma forma de ser del hombre, siempre ha habido manifestaciones artísticas dedicadas a ello, y desde el inicio de la escritura, estas manifestaciones fueron lógicamente literarias. En Egipto, Grecia, Roma, y otras antiguas civilizaciones de Oriente, como China, Persia y Mesopotamia, ya hay muestras de escritos de carácter inequívocamente erótico, algo que en aquellos entonces no se consideraba ni escandaloso ni censurable (un claro ejemplo de que, en algunas cosas, la Antigüedad era mucho más liberal que la actualidad).

En la actualidad, la literatura erótica es exclusiva de un público que, en su gran mayoría, como en un 99 por ciento, esta formado por mujeres. También, sus autoras son mayormente mujeres, haciendo que uno pueda preguntarse si los hombres no tienen imaginación para recrear en su mente escenas de sexo, o simplemente no son capaces de plasmarlas con palabras. Y es por eso que, a causa del machismo todavía imperante en la sociedad actual, este tipo de lectura no se considera de gran calidad, pero no hay más que echarle un buen vistazo a una de estas escenas eróticas para darse cuenta de que, con un poco de trabajo mental, podemos recrear claramente una escena sexual mucho más vívida que las del porno casero, con la ventaja de que en esta ocasión cada uno puede ponerle un poco de su propia cosecha imaginativa a la acción.

¿Y es tan efectiva la literatura erótica como una película porno? Pues no sólo depende de quién la escribe, o más bien de su habilidad para escribirla, sino también de quién la lee. Y como con la pornografía convencional, es decir, aquellos videos, pelis o revistas de corte X en que las maduras tetonas son las reinas del cotarro, no siempre funciona lo mismo con todo el mundo, pues lógicamente cada cual tiene sus propios gustos en este terreno. Es curioso porque, en este tipo de lecturas, atribuidas tradicionalmente a mujeres, no sólo es el protagonista masculino el que resulta atractivo, sino que también las protagonistas suelen ser bellezas más o menos convencionales; lo que quiere decir que no sólo basta con hombres sexys para que triunfe una historia y nos dé la dosis de pornografía precisa, sino que es necesario que todo lo que rodea a la narración sea atrayente de alguna manera, con el objetivo de crear una buena atmósfera sensual.

¿Y que sólo puede ser entendida por la mente femenina? Pues es algo difícil de comprobar, pues ningún hombre admite claramente que lea este tipo de libros, al igual que pocos admiten que ven las típicas telenovelas; sin embargo, es algo que pasa, y que tiene más o menos éxito, aunque analizar el por qué pueden gustar más al público femenino que al masculino ya sería otro cantar, quizá más enfocado a psicología o algo así, mezclado con algo de cultura ancestral. Pero en pleno siglo XXI, quizá todos deberíamos ser más flexibles y considerar toda la cultura por igual; normalizar todas sus manifestaciones sin imponerles clases, géneros ni categorías, y disfrutarlas con una mente totalmente abierta.